Mientras conducíamos, nos encontramos con un perro llamado Osi, de unos 10 años de edad, que parecía necesitar ayuda desesperadamente. Aunque tenía un dueño, este último no parecía interesarse en él ni una sola vez. Los ojos de Osi estaban llenos de tristeza y desesperación, y nos rogó que no lo dejáramos ir.
Descubrimos que Osi había ingerido un hueso de cerdo hace dos meses, lo que le provocó una infección en la boca. Su pelo tuvo que ser afeitado para tratar su piel, revelando una piel áspera y costrosa que nadie podía creer que perteneciera a un perro con dueño.
Los médicos descubrieron que Osi estaba débil, flaco y cubierto de rasguños, y su sistema inmunológico estaba debilitado. Se le realizaron pruebas de sangre y una cirugía oral para tratar su condición, pero su rostro seguía cargado de tristeza.
A pesar de la cirugía exitosa, Osi seguía extrañando a su dueño y se negaba a alejarse demasiado de nosotros. Sin embargo, poco a poco comenzó a explorar su entorno y a recuperar su vitalidad.
Después de recibir tratamiento, Osi mejoró mucho y su piel ya no estaba roja ni le picaba. Le encantaba tomar el sol y disfrutar de su nueva vida, pero desafortunadamente, después de 10 semanas, desarrolló insuficiencia renal en etapa 3.
Después de una semana de tratamiento intensivo, Osi mostró signos de mejoría y finalmente fue dado de alta. Aunque sufría de cansancio y dolor, Osi estaba listo para regresar a casa.
Dos meses después, el pelo blanco de Osi había vuelto a crecer y ahora era el perro más guapo. Estaba feliz y vivía su vida al máximo, y la sonrisa había vuelto a su cara triste.
Aunque nuestro viaje con Osi ha tenido muchos desafíos, cada momento juntos ha sido invaluable y vivirá para siempre en mi corazón.