Este perro se escondía aquí, temblando de miedo. Su rostro y patas delanteras estaban cubiertos de sangre. Fue el dueño del automóvil quien la vio y me llamó. En esta carretera muy transitada, los autos pasan a gran velocidad. Ella apenas respiraba cuando llegamos al veterinario.
El médico de inmediato le brindó primeros auxilios. Su estado era grave. Sus dos patas delanteras estaban rotas, su mandíbula superior aplastada, con fragmentos de hueso en su tracto respiratorio, lo que dificultaba su respiración. “Prepárense para lo peor”, nos dijo el médico.
Le administraron líquidos por vía intravenosa y analgésicos en dosis altas. Realmente fue un milagro que sobreviviera después de lesiones tan graves. Pero todavía teníamos muchos desafíos por delante.
Intentamos reconstruir la escena del accidente, pero ninguna suposición parecía ser razonable. ¿Por qué solo su mandíbula superior estaba rota como si hubiera sido golpeada desde arriba?
Después de cinco horas de cirugía, comenzó a mostrar signos de mejoría. Pudo comer un poco de comida, pero aún quedaban muchas preguntas sin respuesta sobre este perro. Su estado de ánimo mejoraba día a día y podía comer más comida de la jeringuilla.
No tenía collar cuando la encontraron, pero su comportamiento no era el típico de un perro callejero. ¿Alguien la dejó en ese camino?
Hasta la fecha, ha pasado por cinco cirugías, y aunque su mandíbula casi ha sanado, sus piernas presentan complicaciones. Después de tres meses en el veterinario, finalmente pudo ponerse de pie, caminar y conocer a otros perros.
Pensé que nunca se recuperaría, pero ella demostró ser una luchadora incansable. Aunque caminará con dificultades y su mandíbula seguirá siendo la misma, lo más importante es que todavía está conmigo, lista para un nuevo y hermoso futuro.
Ella llegó a casa para vivir conmigo. Juntos dejamos atrás el triste pasado y creamos un nuevo futuro juntos.